Mosquitos en invierno

 

El mundo de los seres vivos y la naturaleza está lleno de misterios. Si hace sólo unas semanas teníamos que batallar con un sinfín de insectos y pequeños bichos que nos hacían el descanso casi imposible, ahora, llegado el otoño, nos hemos dado cuenta que muchos siguen permaneciendo en nuestras vidas, como las moscas y los mosquitos, pero que parece que les hayan bajado las revoluciones de movimiento, como si hubieran entrado en una fase más lenta aunque, a veces, no menos pesada.

Seguro que te has dado cuenta de que la población de moscas y mosquitos se ha reducido de forma casi fulminante. Pero no te relajes, aún les queda algo de vida y todavía pueden hacerse presentes en nuestras casas, provocándonos alguna que otra picadura de lo más impertinente.

Con la llegada del otoño llega también el descenso de las temperaturas. Si en el verano, con el termómetro en lo más alto, los insectos se sienten los dueños del universo, cuando empieza el frío su actividad desciende, llegando incluso a desaparecer. La mayoría de los mosquitos no resisten el frío y mueren: algunas especies hibernan.  Los mosquitos presentan poca actividad durante el otoño, salvo en las horas más álgidas de calor, llegando hasta el invierno en el que, si sobreviven, hibernan. Es entonces cuando parece que desaparecen pero lo que en realidad puede que hayan buscado un lugar más cálido, en los rincones de nuestra casa, para pasar el invierno.

Es en octubre y noviembre cuando veremos que la actividad de los insectos se ralentiza de forma considerable. Muchos de ellos ya saben que les queda poco por vivir y, por ello, se ponen especialmente pesados. Si los observamos de cerca, es como si les pesaran las alas una tonelada, y apenas pudieran soportar el peso de su cuerpo. En diciembre su actividad será casi nula, y los meses de más crudo invierno, ni aparecerán.

Evidentemente, todo dependerá de la zona en la que vivamos y la época en la que se mueven las temperaturas. Debido al cambio climático hemos sufrido otoños especialmente calurosos, por lo tanto los insectos, que no conocen el calendario, siguen campando a sus anchas hasta, casi, rozar las primeras nieves. Cuanto más calor, más afluencia de insectos. Con el frío desaparecen.

De todos modos, y tal como os he comentado antes, no podemos bajar la guardia durante estos días de otoño en los que aún quedan resquicios del calor veraniego. Aunque más pesados y en menor cantidad, los mosquitos siguen necesitando del aporte vital que le ofrecemos los humanos, así que no es extraño que nos sigan buscando para dejar alguna que otra picadura en nuestro cuerpo.

Una buena protección, especialmente para los niños, siempre es la mejor garantía. 

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